Vivir es atreverse

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Desde pequeño nunca fui muy dado a eso de arreglar cosas de la casa; tampoco nunca le hallé mucho sentido, ya que estaban ahí mi papá y mi hermano mayor que eran expertos en lo que se les pusiera por delante: autos, enchufes, cañerías, construcciones varias, reparación y confección de muebles, y verbos varios como martillar, aserruchar, clavar, cortar, etc. De hecho, mi hermano mayor derivó esa veta en una profesión donde imaginar, armar y desarmar tuvieran que solucionar problemas (Diseño Industrial). Mi papá en realidad siempre era mucho empeño y cariño, pero siempre le costó: mucho know how y poco make.

Yo en cambio siempre me sentí fuera de ese duo dinámico en lo que se refiere a cosas de la casa. Ya tres eran multitud, así que mis labores siempre eran anexas: afirmar uno que otro madero (sobre todo mientras mi papá aserruchaba), arsenalero (conocía de herramientas sólo por el nombre), e incluso iluminar con alguna linterna el motor bajo la noche o la cañería bajo el lavaplato. Fue así como esas artes nunca llegaron a pertenencerme. Fue en ese pésimo estado intelectual-home-improvement que me casé y fui de la casa: sin saber poner un enchufe, cambiar un soquete, arreglar una llave, o martillar un clavo.

Cuando me fui a vivir a Valparaíso noté la preocupación de mi viejo por estas cosas en mi casa, ya que sabía de antemano que era un ñurdo con mayúscula para estos menesteres domésticos. Siempre me decía "Si necesitai poner un enchufe o instalar la lavadora, avísame"... yo recordaba su poco "make" y en realidad dudaba, ya que el make lo ponía mi hermano mayor. Su preocupación llegaba a tanto que me regaló una caja de herramientas (claro, con herramientas) cuando me fui de la casa, todo un símbolo de que algún día necesitaría ocuparlas.

En mis primeros siete u ocho meses de matrimonio, le hice el quite a cualquier cosa que tuviera que ver con alicates o gomas de llave. De hecho, de mi caja de herramientas ocupaba sólo lo necesario para abrir y cerrar un computador, que era lo único que manejaba en hardware. Fue así como ya en Santiago, y en una vivienda vieja que arrendaba, estuve obligado a ampliar mi horizonte técnico.

La casa vieja que arrendaba en Estación Central estaba medio colapsada en su grifería. De un día para otro, las llaves de la ducha se reventaron y estaban todo el día soltando agua. Intenté contacterme con un gásfiger mediante la corredora, pero los viejos eran muy chantas: las cosas las arreglaban y a los dos días el problema era peor. Tuve, necesariamente, que entrar en acción. Primero, sin saber mucho de grifería, abrí las llaves de la ducha, les cambié la famosa gomita, y quedaron ok. Ni yo me la quería creer. Luego, fue la llave del lavaplato: la llave pico de loro, un apriete por aqui y otro por acá, gomita nueva, y todo ok. Fue ahí cuando este asunto se transformó en una especie de hobbie que llegó a tal punto que un día me sorprendí haciéndole mantención a una llave. Fue entonces cuando caí en cuenta que se había abierto un mundo nuevo que, hasta ese momento, había sido vedado para mi: la autosuficiencia hogareña.

Cuando llegué a mi casa nueva, en realidad la grifería estaba nueva, así que nada que hacerle. Sin embargo, habían pocos enchufes y unos feos soquetes. Así que sin saber mucho de eléctrica, corté la luz (no hay que saber mucho para saber que debe cortarse la luz para trabajar en la red eléctrica), alicate de punta, corte de cables, y puse unos lindos faroles en el living comedor y el umbral de entrada. Todos los enchufes de la casa eran de una sola hembra, así que compré unas hembras triples y atornillador por aquí, alicate de punta por acá y zas, todo ok. Ahora tengo más enchufes.

Si les cuento esto queridos contertulios, no es porque crea que las cosas me quedan demasiado espectaculares, no. Lo que en verdad quiero transmitirles es que independiente del resultado del trabajo realizado, la necesidad también enseña. Enseña a valerse por uno mismo y a aceptar desafíos de toda índole. Enseña que mirar para atrás es darse cuenta que uno crece y se atreve a más cosas, a probar, a intentar.

5 comentarios:

Marcelo TM dijo...

Esto me recordó la fábula de la vaca que cuenta de una familia que vivía en circunstancias muy humildes y dependían para su subsistencia de una vaca. Una vez que muere esta, se vieron obligados a “emprender una nueva vida de trabajo difícil y nuevos desafíos” que los condujo a riquezas de las cuales antes ni siquiera se permitían soñar. La vaca los había limitado a una vida de subsistencia y los había hecho conformistas.
Bueno, no te niego que yo voy por el mismo camino que tú. Nega'o para ese tipo de arreglos hogareños... la diferencia es que la Marlen si sabe hacerlos ja ja ja.

Marcelo TM dijo...

Hay que puro matar la vaca... :-P

Anónimo dijo...

Bueno, Marcelo amplía sus horizontes técnicos y yo amplío mis horizontes culturales, buena dupla no?
Por fin ya pronto seremos vecinos!!

:-)

Marcelo TM dijo...

La marlen se encarga de arreglar las cañerías y las conexiones eléctricas y yo le lavo, le plancho, le cocino... je je je!

David dijo...

Bueno, creo que el ampliar los horizontes hace entrete el matricidio, perdón, matrimonio...